¿Existe o no
un instante de la muerte?
“Ha muerto”¿no es un tiempo inexistente?,
conjugación errónea,
displicente,
con que pretende el necio
perpetrar lo ausente
en el momento mismo de su ausencia.
Acaso sea una forma de clemencia
la pobre evocación de lo que nunca
fue presente.
Tal vez sea la manera caprichosa
de suponer que el día no fenece
sino en su ocaso.
Por caso yo sospecho que la vida
es una sucesión
de inefables muertes:
vivir es trasponer
las puertas de la propia
suerte.
¿O me dirán que existe,
indiferente
del tiempo y de las horas,
el niño que fui otrora?;
¿o que el adolescente aquel
que antes
usó mi carne apasionada
nos mira todavía
desafiante?
Afirmarán tal vez
que algún retoño
subyace en esta rosa ya marchita:
vana ilusión
creer que la finita
historia de las cosas
sólo tiene un final
antes del cual
transita el ser cual anchuroso río
y su caudal
se muda solo al fin
cuando lo abraza el mar.
Yo miro cómo el agua
se escurre entre mis dedos:
Clepsidra de pasiones muertas,
y espero que después de tantas noches
mi sombra encuentre al fin
la luz perfecta.
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