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martes, 11 de diciembre de 2012

La otra María

veces son tan pobres
que ni hambre tienen.
El almita pegada a los huesos
y cara de olvido.

Y nadie los ve nunca,
por eso no hablan,
no levantan la cabeza.
Porque les pesa el mundo.

Y se van apagando como velas,
solas en un rincón
olvidado.

Parece que no les duele
tanto dolor,
pero parece,
Se les endurece el llanto
mientras los arrastra el viento
de la desgracia.
Se amontonan como hojitas secas.
Hasta que alguno las pisa.

A veces son tan pobres
que ni hambre tienen,
apenas tiene hijos,
como flores,
porque un día les dijeron que la vida
era regalo.

¿Quién se atreve a condenarlos?
¿Quién les quitó el permiso de vivir?

Calladitos vuelven a la tierra
como al vientre de su madre.
La única que los acoge.

Esta raza de hombres es perversa,
Devora la cría de los débiles
y luego los señala con el dedo.
A.K 28/11/2012

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