Silencio,
Nada,
¿Qué vamos a decir
Ante tanta indiferencia?
El eco de los rezos
Se pierde en el cosmos
Como la voz de los actores
En un inmenso teatro
Vacío,
Nadie
Nos está mirando.
"...Entonces el Señor Dios modeló con arcilla del suelo a todos los animales del campo y a todos los pájaros del cielo, y los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría. Porque cada ser viviente debía tener el nombre que el hombre le pusiera..." Gn 2,19-20
viernes, 2 de agosto de 2013
Providencia
30 de mayo de 2013 a la(s) 11:01
Una vez que se le hubo otorgado el regalo precioso de la vida, concebido ya en el vientre, puesta en marcha la irrenunciable pulsión ontológica, detonada la fugaz explosión de la conciencia, notaron los dioses el más inexplicable e inaceptable de los errores. Juan (tal el caprichoso nombre que le impusieran) no tendría sombra. Por más que hurgaron en los confines de la creación, al borde de la nada que agoniza ante la luz primordial, por más que intentaron arrebatarla de las entrañas del algún agujero negro, no les fue posible obtenerla. La minuciosa exactitud del universo, el propósito divino que rige todas las cosas, había ubicado todo en el lugar exacto que tenía que ocupar. No era posible hacer modificaciones sin alterar el delicado equilibro que sostiene la existencia, habría que deshacer todo lo hecho hasta ahora, ovillar el tiempo, condensar el espacio ya expandido y reducirlo a una partícula inferior al grano de mostaza. Ni pensarlo. Preocupados debatieron soluciones menos complejas: Hacerlo nacer cerca de algún polo geográfico, así, por lo menos, permanecería la mitad del año a oscuras. ¿Qué le hace una sombra menos a la noche? Pero los restantes seis meses a la luz del día agudizarían el problema. O en el seno frondoso de la selva, confundido en la hojarasca, rodeado de alimañas sin raciocinio ¿quién lo notaría?… Pero ninguna idea resultaba convincente. Y mientras seguían devanándose los sesos, con esa parsimonia propia de los dioses, Juan nacía y se desarrollaba. Curiosamente nadie reparó en su defecto. Y así, sin sobresaltos, transcurrieron su infancia y su juventud, concluyó sus estudios primarios, luego la secundaria, incluso cursó algunas materias de agronomía; hasta que al fin se casó con Gladys y se fue a vivir a Chivilcoy. A la edad de cuarenta años, los médicos le diagnosticaron una rara enfermedad y lo desahuciaron. Sus familiares pusieron el grito en el cielo, visitaron chamanes, curanderos, le untaron ungüentos, le hicieron comer bichos, tomar orina, repetir mantras, organizaron cadenas de oración… Tanto alboroto llamó la atención de los dioses, que se miraron como diciendo: “¡Qué macana, se dieron cuenta!”. Haciendo uso de su todopoderosidad, manipulando los misteriosos hilos que tejen los acontecimientos, aprovecharon el descuido de un incauto transeúnte que sucumbió atropellado por un desvencijado camión, en una olvidada calle de Calcuta; y dispusieron de su sombra. Adaptada y configurada a la anatomía de Juan, finalmente le fue otorgada. Dos días después, sin haber hecho uso de la misma, falleció en la habitación 103 del hospital regional. Los improperios y blasfemias de los indignados familiares no tardaron en llegar a oídos de los dioses, quienes concluyeron inapelablemente: “Estas miserables y desagradecidas criaturas , se han vuelto incapaces de reconocer milagros”. Y a partir de allí decidieron permanecer indiferentes, para siempre, a la suerte de los hombres.
Nota: Algunas fuentes cuestionan la veracidad de la historia, otros afirman haber detectado un error cronológico, siendo que el mismo relato consta en unos escritos hallados cerca del mar muerto, haciendo referencia a una época en que las personas no se llamaban Juan, ni existía Chivilcoy, ni Calcuta, ni camiones que la transitaran. Para mí, todos estos detalles, son irrelevantes.
jueves, 1 de agosto de 2013
Inmanencia
31 de Julio de 2013 a la(s) 9:46
Todas las voces están acá
La creación es un eco que crece,
Y conjuga en su vientre todos los verbos.
El grito de los que fueron
Nos reclama,
Nos demanda.
Desde el pulso primordial del tiempo,
Nos soplan en la cara,
Nos acarician en el viento,
Nos queman las pupilas,
Nos cantan con voz de ave una mañana estival,
Se nos pegan en las manos como el polvo.
Ya no lloren nos imploran,
Todos estamos acá,
Nunca nos fuimos.
La creación es un eco que crece,
Y conjuga en su vientre todos los verbos.
El grito de los que fueron
Nos reclama,
Nos demanda.
Desde el pulso primordial del tiempo,
Nos soplan en la cara,
Nos acarician en el viento,
Nos queman las pupilas,
Nos cantan con voz de ave una mañana estival,
Se nos pegan en las manos como el polvo.
Ya no lloren nos imploran,
Todos estamos acá,
Nunca nos fuimos.
De dioses y bestias
Anoche, mientras cocinaba miré a mi gato por la ventana. Caminaba indiferente sobre la medianera. Esbelto, desafiante.
Recuerdo cuando lo encontramos en la calle, abandonado. Pequeño y juguetón se acercó a mis zapatos, jugueteó con los cordones y enamoró a mi esposa. Inmediatamente lo recogimos y lo trajimos a casa. Su suerte cambió ese día, lo separó de la suerte colectiva de los demás gatos.
Ya ha pasado un tiempo, se adaptó a la rutina doméstica pero no dejó de dar muestras de que es dueño de su libertad. Nunca negó su naturaleza animal. No obstante disponer siempre de su alimento balanceado y de las golosinas para mascotas con las que a menudo lo mimamos, cada vez que puede, caza un pájaro, una lagartija o cualquier alimaña que se le cruce, y la exhibe irreverente, ante nuestros ojos.
No agradece. No se sabe rescatado ni demuestra haberlo necesitado. Pero es feliz, no por lo que le damos, ni por lo que creemos haberle dado. Es feliz porque es gato todo lo que le es posible.
Esta tarde pasé por un templo, oscuro y lúgubre como son los templos. De allí salía el ejército de los salvados, con gesto adusto, con su uniformada sonrisa de complacencia, todos, en el atrio, lamían la mano de su amo.
En ese momento recordé la ingratitud de mi gato, y la celebré
Arcilla
26 de Julio de 2013 a la(s) 15:52
La vasija que yo amaso con barro
no necesita conocerme para ser vasija
ni preguntarse si existo,
ni trascender su vasijez para ser mejor.
Le basta con ser vasija.
-
Y yo no necesito
que la vasija me adore para ser
alfarero,
me basta que con que la vasija sea vasija,
para eso la he creado,
aunque ella no lo sepa.
-
Y así es
como debe ser,
-
Aunque sé de algunas
que creyendo conocerme
han prometido
permanecer vacías
para servirme mejor.
no necesita conocerme para ser vasija
ni preguntarse si existo,
ni trascender su vasijez para ser mejor.
Le basta con ser vasija.
-
Y yo no necesito
que la vasija me adore para ser
alfarero,
me basta que con que la vasija sea vasija,
para eso la he creado,
aunque ella no lo sepa.
-
Y así es
como debe ser,
-
Aunque sé de algunas
que creyendo conocerme
han prometido
permanecer vacías
para servirme mejor.
Cantería
26 de Julio de 2013 a la(s) 13:35
Cuando comencé a pulir mi fe
Ésta era enorme y sólida
Como una ciudadela amurallada
Construida en un peñón,
Golpeada por la fuerza de las olas,
Amenazada por un mar embravecido.
-
Pero ahora que concluye mi tarea
Es tan pequeña y simple como un
Grano de arena,
Que ante nada se impone,
Que no resiste al viento ni a la marea,
Que no se distingue en medio
De la playa.
-
Tan pequeña,
Que ni siquiera es fe,
Y que,
Sin embargo
Es capaz de contener el mar.
Ésta era enorme y sólida
Como una ciudadela amurallada
Construida en un peñón,
Golpeada por la fuerza de las olas,
Amenazada por un mar embravecido.
-
Pero ahora que concluye mi tarea
Es tan pequeña y simple como un
Grano de arena,
Que ante nada se impone,
Que no resiste al viento ni a la marea,
Que no se distingue en medio
De la playa.
-
Tan pequeña,
Que ni siquiera es fe,
Y que,
Sin embargo
Es capaz de contener el mar.
Abstracción
29 de junio de 2013 a la(s) 21:33
El universo era infinito
hasta que el hombre se erigió del polvo.
Hasta entonces el río no era río,
tal vez fuera montlcl, lample o cl.
O todo junto o nada
y nadie lo supiera.
Pero él quería ser el amo,
entonces se inventó
y se dijo.
Y para que nada fuera superior a él
le puso nombre.
Y fue cuando enjauló
en la infame mazmorra de la letra
a la materia.
Y la llamó materia.
A la sazón se dijo:
¡ahora entiendo!
y nadie ha rebatido
su ignorancia.
Yo nada sé del agua que circula
indiferente de los nombres que le ponga,
la que traza su cauce cuando duermo,
cuando sueño, cuando muero, o vivo.
Del rítmico fluir de los sucesos
que aunque inasible
osamos definir,
todo lo ignoro.
Intuyo que con todo mi bagaje
de ciencia,
de oratoria,
de proverbios,
desde el primer albor de la conciencia,
ni yo
ni mis abuelos
ni los suyos
hemos logrado hasta ahora
decir algo.
hasta que el hombre se erigió del polvo.
Hasta entonces el río no era río,
tal vez fuera montlcl, lample o cl.
O todo junto o nada
y nadie lo supiera.
Pero él quería ser el amo,
entonces se inventó
y se dijo.
Y para que nada fuera superior a él
le puso nombre.
Y fue cuando enjauló
en la infame mazmorra de la letra
a la materia.
Y la llamó materia.
A la sazón se dijo:
¡ahora entiendo!
y nadie ha rebatido
su ignorancia.
Yo nada sé del agua que circula
indiferente de los nombres que le ponga,
la que traza su cauce cuando duermo,
cuando sueño, cuando muero, o vivo.
Del rítmico fluir de los sucesos
que aunque inasible
osamos definir,
todo lo ignoro.
Intuyo que con todo mi bagaje
de ciencia,
de oratoria,
de proverbios,
desde el primer albor de la conciencia,
ni yo
ni mis abuelos
ni los suyos
hemos logrado hasta ahora
decir algo.
Aibofonex
23 de Julio de 2013 a la(s) 9:37
Estos blancos de mierda
Nos están matando a todos,
Se esconden detrás de sus empresas,
De sus escalafones,
De sus crucifijos,
De sus títulos,
De esas sonrisas llenas de dientes.
Nos acarician el hambre con sus guantes,
Nos pasean con la correa bien tirante,
Y cuando ya no servimos
Nos cierran la puerta,
Nos bajan la persiana,
Impostan el miedo
En la mirada.
A mí me asustan,
Cuando los veo venir
Con sus rosarios,
Con sus camiones cargados de polenta,
Con sus indecorosos flashes,
Con los colchones.
Algo se traen entre manos
Lo sé,
Y no lo digo por el caniche blanco
Que nos mira con asco,
Es otra cosa.
Levantan muros,
Se arman,
Hablan por lo bajo.
Sonríen.
Detrás de la canchita
Han levantado una horca.
Nos están matando a todos,
Se esconden detrás de sus empresas,
De sus escalafones,
De sus crucifijos,
De sus títulos,
De esas sonrisas llenas de dientes.
Nos acarician el hambre con sus guantes,
Nos pasean con la correa bien tirante,
Y cuando ya no servimos
Nos cierran la puerta,
Nos bajan la persiana,
Impostan el miedo
En la mirada.
A mí me asustan,
Cuando los veo venir
Con sus rosarios,
Con sus camiones cargados de polenta,
Con sus indecorosos flashes,
Con los colchones.
Algo se traen entre manos
Lo sé,
Y no lo digo por el caniche blanco
Que nos mira con asco,
Es otra cosa.
Levantan muros,
Se arman,
Hablan por lo bajo.
Sonríen.
Detrás de la canchita
Han levantado una horca.
1 Cor. 3,11
22 de Julio de 2013 a la(s) 18:48
Cuando era niño
Hablaba como niño,
Pensaba como niño,
Razonaba como niño,
-
Ahora que soy adulto
Me han crucificado a un dios
Del que debo salvarme,
Me han impuesto un paraíso de renuncias,
Me han coronado de una dignidad
Hecha de resignación y silencios,
Me han investido de la vergüenza
De sentir el cuerpo.
-
Cuando era niño
Soñaba como niño,
Amaba como niño,
Esperaba como niño
-
Pero ahora
Me han trazado los límites
Del mundo,
Han forjado a golpes mi lenguaje,
Me han regalado el mal,
El bien
Y el miedo.
-
Cuando era niño
Sonreía como niño,
Miraba como niño,
Creía como niño
Porque no había más que la verdad.
-
Ahora que soy adulto
Me han enseñado la mentira,
Me han escondido en las sombras,
Y han marcado mi frente
Con con el signo pecado.
-
Rebelde a veces
Rompo alguna de las cadenas que me
Atan,
Me bajo un rato
De la cruz,
Corro desnudo por el jardín,
Rio porque sí
Amo sin culpa.
-
Pero no volveré jamás
A ser un niño.
Hablaba como niño,
Pensaba como niño,
Razonaba como niño,
-
Ahora que soy adulto
Me han crucificado a un dios
Del que debo salvarme,
Me han impuesto un paraíso de renuncias,
Me han coronado de una dignidad
Hecha de resignación y silencios,
Me han investido de la vergüenza
De sentir el cuerpo.
-
Cuando era niño
Soñaba como niño,
Amaba como niño,
Esperaba como niño
-
Pero ahora
Me han trazado los límites
Del mundo,
Han forjado a golpes mi lenguaje,
Me han regalado el mal,
El bien
Y el miedo.
-
Cuando era niño
Sonreía como niño,
Miraba como niño,
Creía como niño
Porque no había más que la verdad.
-
Ahora que soy adulto
Me han enseñado la mentira,
Me han escondido en las sombras,
Y han marcado mi frente
Con con el signo pecado.
-
Rebelde a veces
Rompo alguna de las cadenas que me
Atan,
Me bajo un rato
De la cruz,
Corro desnudo por el jardín,
Rio porque sí
Amo sin culpa.
-
Pero no volveré jamás
A ser un niño.
Hágase
19 de Julio de 2013 a la(s) 12:16
Todo merece la palabra,
Ese mezquino rayo de luz
Por la ventana,
El gato, la mañana,
El cielo que nos mira con mil ojos
Cada noche,
La flor que se marchita
Y el arroyo.
La sombra de tu amor sobre la almohada
El frio y el calor
Y esta cansada
Labor de repetir a cada instante
El nombre con que nombro cada cosa,
Abrir con el machete de la letra
Un rumbo
En el imperio de la nada.
-
Todo merece la palabra,
Me la exige.
Aquello que acontece
Reclama su lugar en el poema
Que lo salva,
Pues nada es tan trivial cuando se nombra,
Cuando se sabe allí
Cuando se invoca.
-
Todo merece la palabra
Para salir airoso de la muerte
Para dejar la huella
En el silencio.
-
Me siento ante el papel
Y un universo
A punto de existir
Me implora un verbo.
Ese mezquino rayo de luz
Por la ventana,
El gato, la mañana,
El cielo que nos mira con mil ojos
Cada noche,
La flor que se marchita
Y el arroyo.
La sombra de tu amor sobre la almohada
El frio y el calor
Y esta cansada
Labor de repetir a cada instante
El nombre con que nombro cada cosa,
Abrir con el machete de la letra
Un rumbo
En el imperio de la nada.
-
Todo merece la palabra,
Me la exige.
Aquello que acontece
Reclama su lugar en el poema
Que lo salva,
Pues nada es tan trivial cuando se nombra,
Cuando se sabe allí
Cuando se invoca.
-
Todo merece la palabra
Para salir airoso de la muerte
Para dejar la huella
En el silencio.
-
Me siento ante el papel
Y un universo
A punto de existir
Me implora un verbo.
COSMOGONÍA
2 de septiembre de 2012 a la(s) 14:25
Apenas polvo de estrellas,
materia ancestral de átomos
errantes
que hoy vienen a serme.
Memoria de luz,
de roca,
de fuego...
Sospecho que soy antes del no ser
primero,
fluye en mi sangre
el universo entero.
No hay más principio
que el principio mismo,
y antes fui sol, fui luna,
gravedad, quazar
o cielo,
viento solar,
enana blanca,
o helio.
Me escurro entre el ser mismo
de las cosas.
La edad es una trampa de la
mente.
No hay muerte,
No hay bautismos,
No hay exequias,
Nada puede escapar del ser
cuando ya ha
sido.
Parado en esta posta del
destino,
en este haz de luz
que es la conciencia,
no juego ya al pasado
ni al futuro,
no temo al devenir,
ya nada anhelo.
Mañana seré brisa, mar o hielo
y nos veremos otra vez,
de nuevo en otros ojos
con otro nombre y otros
miedos,
y una vez más sabré
que ya
nos conocemos...
materia ancestral de átomos
errantes
que hoy vienen a serme.
Memoria de luz,
de roca,
de fuego...
Sospecho que soy antes del no ser
primero,
fluye en mi sangre
el universo entero.
No hay más principio
que el principio mismo,
y antes fui sol, fui luna,
gravedad, quazar
o cielo,
viento solar,
enana blanca,
o helio.
Me escurro entre el ser mismo
de las cosas.
La edad es una trampa de la
mente.
No hay muerte,
No hay bautismos,
No hay exequias,
Nada puede escapar del ser
cuando ya ha
sido.
Parado en esta posta del
destino,
en este haz de luz
que es la conciencia,
no juego ya al pasado
ni al futuro,
no temo al devenir,
ya nada anhelo.
Mañana seré brisa, mar o hielo
y nos veremos otra vez,
de nuevo en otros ojos
con otro nombre y otros
miedos,
y una vez más sabré
que ya
nos conocemos...
Rebelión
12 de Julio de 2013 a la(s) 15:06
Un día nos vamos a levantar todos
Van a ver,
Y no nos van a poder decir:
Al que no le guste que se vaya.
No nos gusta y nos quedamos
Señores,
Les diremos.
Y levantaremos la bandera de la dignidad
Y de la justicia.
Cuidado con ese día
Porque no les servirán
Sus sacos de dinero,
Ni su arrogante índice
Sosteniendo
La sofisma.
Ya sé que les causa gracia,
Veo la sonrisa socarrona,
La misma que ostentan sus próceres,
Engordando las efemérides
de la infamia.
Un día nos vamos a levantar
Y ese día está cerca
Porque la sangre hierve
Y es como el cielo de la tarde,
Rojizo,
Cuando se avecina
La tormenta.
Van a ver,
Y no nos van a poder decir:
Al que no le guste que se vaya.
No nos gusta y nos quedamos
Señores,
Les diremos.
Y levantaremos la bandera de la dignidad
Y de la justicia.
Cuidado con ese día
Porque no les servirán
Sus sacos de dinero,
Ni su arrogante índice
Sosteniendo
La sofisma.
Ya sé que les causa gracia,
Veo la sonrisa socarrona,
La misma que ostentan sus próceres,
Engordando las efemérides
de la infamia.
Un día nos vamos a levantar
Y ese día está cerca
Porque la sangre hierve
Y es como el cielo de la tarde,
Rojizo,
Cuando se avecina
La tormenta.
Apostasía
5 de Julio de 2013 a la(s) 13:56
Fabricarse un ídolo,
De oro o de barro
Pero fabricarlo.
Y echarle la culpa
De la muerte absurda
Del mal acaecido
De la suerte negra,
Y si no es la mía,
Y si es la del otro,
La de mi vecino,
Es que algo habrá hecho,
Por algo habrá sido,
Dios sabe en qué cosas
estará metido!
O darle las gracias
Por haber nacido,
Por haber comido,
Por regocijarme
Con mi propio ombligo,
Aunque otros no coman,
No duerman
No vuelvan
Y queden por siempre
Desaparecidos.
Para todo sirve
Fabricarse uno,
Rendirle tributos,
Su debido culto
De rubricas rojas
Y áureos ornamentos,
Comprarle parcelas
De un eterno luego
Para los que ahora
No tienen consuelo.
Cargarle en sus hombros
La suerte del mundo,
Ponerle mi rostro,
El tuyo,
El de el otro.
Todos somos uno
En el mismo barro,
En el mismo fango,
Aunque esté podrido.
Mirarlo piadosos,
Recitar plegarias,
Lugares gastados,
Música sin alma.
Pedirle trabajo,
Riñones,
progreso,
que lave las culpas
de todos sus hijos,
pero más que nada
de los que militan
entre crucifijos.
...
Después olvidarse
Que esta creatura
Es puro amasijo
De arcilla y de sueños
Y como no nos cumpla
Según lo previmos,
Rebeldes,
Audaces,
Decir que en el fondo
Nunca le creímos.
De oro o de barro
Pero fabricarlo.
Y echarle la culpa
De la muerte absurda
Del mal acaecido
De la suerte negra,
Y si no es la mía,
Y si es la del otro,
La de mi vecino,
Es que algo habrá hecho,
Por algo habrá sido,
Dios sabe en qué cosas
estará metido!
O darle las gracias
Por haber nacido,
Por haber comido,
Por regocijarme
Con mi propio ombligo,
Aunque otros no coman,
No duerman
No vuelvan
Y queden por siempre
Desaparecidos.
Para todo sirve
Fabricarse uno,
Rendirle tributos,
Su debido culto
De rubricas rojas
Y áureos ornamentos,
Comprarle parcelas
De un eterno luego
Para los que ahora
No tienen consuelo.
Cargarle en sus hombros
La suerte del mundo,
Ponerle mi rostro,
El tuyo,
El de el otro.
Todos somos uno
En el mismo barro,
En el mismo fango,
Aunque esté podrido.
Mirarlo piadosos,
Recitar plegarias,
Lugares gastados,
Música sin alma.
Pedirle trabajo,
Riñones,
progreso,
que lave las culpas
de todos sus hijos,
pero más que nada
de los que militan
entre crucifijos.
...
Después olvidarse
Que esta creatura
Es puro amasijo
De arcilla y de sueños
Y como no nos cumpla
Según lo previmos,
Rebeldes,
Audaces,
Decir que en el fondo
Nunca le creímos.
Sincretismo
28 de junio de 2013 a la(s) 23:35
Hay tantas formas
De interpretarte
Que ya no sé cuál es tu palabra.
Hay tantas formas de llamarte
Que dudo que tengas nombre
Eres el dador de vida
Y el señor de los ejércitos,
Mandas pasar a cuchillo al enemigo
Y a amar al prójimo como a uno mismo.
Eres un padre amable
y un dios celoso.
Eres uno,
o tres,
o todos,
o ninguno...
Todo lo bueno es tu gracia,
Todo lo malo es mi culpa.
La vida es tu don
La fatalidad tu voluntad.
Eres la pregunta y la respuesta
Todos los atributos te caben,
Todo se significa en ti
De modo tal
Que nada explicas
Todo está tan impregnado de ti
Que da lo mismo que existas
O que no existas.
Gracias a dios
te he conocido
y aunque creyera en tí,
Ya no te creo.
De interpretarte
Que ya no sé cuál es tu palabra.
Hay tantas formas de llamarte
Que dudo que tengas nombre
Eres el dador de vida
Y el señor de los ejércitos,
Mandas pasar a cuchillo al enemigo
Y a amar al prójimo como a uno mismo.
Eres un padre amable
y un dios celoso.
Eres uno,
o tres,
o todos,
o ninguno...
Todo lo bueno es tu gracia,
Todo lo malo es mi culpa.
La vida es tu don
La fatalidad tu voluntad.
Eres la pregunta y la respuesta
Todos los atributos te caben,
Todo se significa en ti
De modo tal
Que nada explicas
Todo está tan impregnado de ti
Que da lo mismo que existas
O que no existas.
Gracias a dios
te he conocido
y aunque creyera en tí,
Ya no te creo.
Prefiguración
27 de junio de 2013 a la(s) 22:57
Por haber robado el fuego sagrado
para dárselo a los hombres,
Zeus castigó a Prometo
condenándolo a ser devorado por siempre
por un águila.
Pero fue en vano
porque es tan grande la soberbia de los hombres,
que,
abolido el panteón,
se han fabricado un dios
al que pueden devorarse
en un perpetuo canibalismo
ritual.
A.K.
para dárselo a los hombres,
Zeus castigó a Prometo
condenándolo a ser devorado por siempre
por un águila.
Pero fue en vano
porque es tan grande la soberbia de los hombres,
que,
abolido el panteón,
se han fabricado un dios
al que pueden devorarse
en un perpetuo canibalismo
ritual.
A.K.
domingo, 21 de abril de 2013
ESTOCOLMO
Hace
rato que estamos acá. Nos trajeron a la fuerza, pero ahora nadie se quiere ir.
Las primeras lunas y la soledad (porque éramos muchos, pero estábamos solos),
nos llenaban de angustia. Era una angustia plateada, azulina. Una angustia
iluminada por el plenilunio, entra las ramas y las hojas, entre la enloquecida
música de los bichos nocturnos, que parecían hablar entre ellos, de nosotros.
Y uno al principio se resiste. Aunque más no sea con las miradas, con una leve dilación en acatar una orden. Uno se resiste todo lo que puede resistirse con un fusil apuntándole a la cabeza.
Pasado un tiempo comprendimos que de nada servía la resistencia. Que el único enemigo temible era la naturaleza. Y digo el único, porque no es enemigo aquel que definitivamente no podemos enfrentar. No es enemigo, es eventualidad, fatalidad o suerte. Víctimas y victimarios compartíamos la misma desgracia. La selva nos devoraba a todos. Nos hermanaba.
La diversidad de roles nos daba algo de humanidad. Comandante, teniente, soldado, prisionero, sólo eran matices de una gran ficción, la gran mentira del poder.
Una semana atrás la fiebre consumió a uno de los soldados. En sus últimas horas le hablaba a su hijito, a pesar de que hacía al menos cinco años que no lo veía. Pero le hablaba como si estuviera allí, le acariciaba los rulos, miraba a su mujer, -cuánto te extrañé- le decía… y se fue apagando despacio. Se lo llevó la noche. Levantamos campamento en silencio, nos fuimos hacia quién sabe dónde. Era como meternos cada vez más adentro de las fauces de la selva, un monstruo insaciable que no acababa nunca de devorarnos.
Y ya no recuerdo cuántas lunas más pasaron. Hubo inviernos y veranos. El antes se diluía como un sueño confuso. Los recuerdos de allá se iban sustituyendo por los recuerdos de acá. No nos quedaba mucho que extrañar. Nadie sabía por qué ni para qué, pero seguíamos caminando, como hormigas en la hojarasca. Como hormigas flacas y negras.
Dormíamos donde nos pillaba la noche. Al amanecer a veces faltaba alguno de nosotros. Pero no había que preguntar. Algunos aseguraban que los habían soltado, otros, que estaban muertos. La única garantía, lo único que nos daba seguridad, era seguir estando. Y seguir estando se convirtió en la premisa fundamental, en el objetivo.
No había que destacarse demasiado, pero tampoco valía ser anónimo. O eras una amenaza, o eras prescindible.
En los pocos momentos de recreación que teníamos, me sentaba contra un árbol, cerraba los ojos, y me iba a algún lugar lejano, preferentemente una playa. Me quedaba solo, tomando sol, mirando la marea lamer la arena. Volvía en mí cuando sonaba el silbato que nos ordenaba marchar. Ya casi nadie hablaba con nadie. No había nada que compartir. No había nada que fuera propio. Todos éramos de la selva, éramos del miedo, de la desidia, de la muerte.
Lo último que se murió fue la esperanza. Fue lo último, pero se murió al fin. Ojo: que se muera la esperanza no significa que uno deje de creer que lo que espera va a llegar. No. Es muy distinto. Quiere decir que uno ya no espera. Y la verdad –lamento lo que voy a decir- la verdad, no sé si es tan malo. ¿No es acaso una forma de desapego?. Cuando dejé de esperar dejé de sufrir. La hierba cobró otro color, el aire, la lluvia, el frio, el calor,… Olvidé el hastío de contar los días. Olvidé el lenguaje, los sueños, la voluntad.
A pesar de todo latíamos al unísono. Éramos como una colonia de insectos, como una colmena, que destilaba una miel amarga. Pero nada diferenciaba nuestra conducta de la de los insectos.
Diez años dicen algunos, otros doce o quince.
Yo no me acordaba ni como era. No me imaginaba mi rostro debajo de la barba. Tampoco me importaba demasiado. Pero se escuchó la explosión, los soldados corrieron, el comandante , abatido, respiraba burbujas de sangre. Los disparos fueron cesando. Recuerdo que nos miramos aterrados. Algunos se agarraban la cabeza.
Todo pasó muy rápido. Los helicópteros de la cruz roja. Los soldados. Las cámaras, las luces. Las preguntas. Un mar de palabras sin sentido.
Hace casi un año que me arrebataron de mi mundo. Toda esta gente me mira raro. Y preguntan.
Y yo no sé qué contestarles. Tengo miedo.
¿Querido, te sentís bien?, ¿papá, te ayudo a vestirte?... No sé si pueda soportar esta vida, con tantas reglas, con absurdas exigencias. Acovachado entre estas paredes que llaman hogar. Anoche tuve, otra vez, un vestigio de esperanza. Se encendió como una luz, una pequeña chispa, y rogué que alguien, pronto, me rescate y me lleve a mi selva. Y sonreí.
El joven sentado en la otra punta de la mesa me vio y exclamó: ¡Papá, volviste!
Alejandro Javier Kellinger el domingo, 21 de abril de 2013 a la(s) 1:10
Y uno al principio se resiste. Aunque más no sea con las miradas, con una leve dilación en acatar una orden. Uno se resiste todo lo que puede resistirse con un fusil apuntándole a la cabeza.
Pasado un tiempo comprendimos que de nada servía la resistencia. Que el único enemigo temible era la naturaleza. Y digo el único, porque no es enemigo aquel que definitivamente no podemos enfrentar. No es enemigo, es eventualidad, fatalidad o suerte. Víctimas y victimarios compartíamos la misma desgracia. La selva nos devoraba a todos. Nos hermanaba.
La diversidad de roles nos daba algo de humanidad. Comandante, teniente, soldado, prisionero, sólo eran matices de una gran ficción, la gran mentira del poder.
Una semana atrás la fiebre consumió a uno de los soldados. En sus últimas horas le hablaba a su hijito, a pesar de que hacía al menos cinco años que no lo veía. Pero le hablaba como si estuviera allí, le acariciaba los rulos, miraba a su mujer, -cuánto te extrañé- le decía… y se fue apagando despacio. Se lo llevó la noche. Levantamos campamento en silencio, nos fuimos hacia quién sabe dónde. Era como meternos cada vez más adentro de las fauces de la selva, un monstruo insaciable que no acababa nunca de devorarnos.
Y ya no recuerdo cuántas lunas más pasaron. Hubo inviernos y veranos. El antes se diluía como un sueño confuso. Los recuerdos de allá se iban sustituyendo por los recuerdos de acá. No nos quedaba mucho que extrañar. Nadie sabía por qué ni para qué, pero seguíamos caminando, como hormigas en la hojarasca. Como hormigas flacas y negras.
Dormíamos donde nos pillaba la noche. Al amanecer a veces faltaba alguno de nosotros. Pero no había que preguntar. Algunos aseguraban que los habían soltado, otros, que estaban muertos. La única garantía, lo único que nos daba seguridad, era seguir estando. Y seguir estando se convirtió en la premisa fundamental, en el objetivo.
No había que destacarse demasiado, pero tampoco valía ser anónimo. O eras una amenaza, o eras prescindible.
En los pocos momentos de recreación que teníamos, me sentaba contra un árbol, cerraba los ojos, y me iba a algún lugar lejano, preferentemente una playa. Me quedaba solo, tomando sol, mirando la marea lamer la arena. Volvía en mí cuando sonaba el silbato que nos ordenaba marchar. Ya casi nadie hablaba con nadie. No había nada que compartir. No había nada que fuera propio. Todos éramos de la selva, éramos del miedo, de la desidia, de la muerte.
Lo último que se murió fue la esperanza. Fue lo último, pero se murió al fin. Ojo: que se muera la esperanza no significa que uno deje de creer que lo que espera va a llegar. No. Es muy distinto. Quiere decir que uno ya no espera. Y la verdad –lamento lo que voy a decir- la verdad, no sé si es tan malo. ¿No es acaso una forma de desapego?. Cuando dejé de esperar dejé de sufrir. La hierba cobró otro color, el aire, la lluvia, el frio, el calor,… Olvidé el hastío de contar los días. Olvidé el lenguaje, los sueños, la voluntad.
A pesar de todo latíamos al unísono. Éramos como una colonia de insectos, como una colmena, que destilaba una miel amarga. Pero nada diferenciaba nuestra conducta de la de los insectos.
Diez años dicen algunos, otros doce o quince.
Yo no me acordaba ni como era. No me imaginaba mi rostro debajo de la barba. Tampoco me importaba demasiado. Pero se escuchó la explosión, los soldados corrieron, el comandante , abatido, respiraba burbujas de sangre. Los disparos fueron cesando. Recuerdo que nos miramos aterrados. Algunos se agarraban la cabeza.
Todo pasó muy rápido. Los helicópteros de la cruz roja. Los soldados. Las cámaras, las luces. Las preguntas. Un mar de palabras sin sentido.
Hace casi un año que me arrebataron de mi mundo. Toda esta gente me mira raro. Y preguntan.
Y yo no sé qué contestarles. Tengo miedo.
¿Querido, te sentís bien?, ¿papá, te ayudo a vestirte?... No sé si pueda soportar esta vida, con tantas reglas, con absurdas exigencias. Acovachado entre estas paredes que llaman hogar. Anoche tuve, otra vez, un vestigio de esperanza. Se encendió como una luz, una pequeña chispa, y rogué que alguien, pronto, me rescate y me lleve a mi selva. Y sonreí.
El joven sentado en la otra punta de la mesa me vio y exclamó: ¡Papá, volviste!
Alejandro Javier Kellinger el domingo, 21 de abril de 2013 a la(s) 1:10
MEMORIAL
Él
vio como se la llevaban, pero no dijo nada. Los vio salir por el pasillo,
despacio, la arrastraban un poco, llevaba sus piernas algo recogidas y una
bolsa de tela negra en la cabeza.
Los vio cuando volvía del kiosco. Hacía mucho calor y había ido a comprar una bebida.
Se detuvo unos metros antes, más bien aminoró la marcha, pero avanzó como indiferente, como si no hubiera nada que llamara la atención.
Uno de los tipos, de bigote blanco, con cara de bueno, lo miró. Pero lo miró mansamente. Como si esperara el cruce de su mirada para decirle “¿cómo le va, vecino?” o algo así. Pero él se hizo el distraído, y cuando se alejaron un poco, entró.
Las puertas estaban abiertas, pero todo estaba en orden.
Nada más un vacío. Una ausencia. Un silencio.
Y no dijo nada.
Cerró cuidadosamente la casa y suspiró. Era cuestión de adaptarse. “Hoy estamos, mañana no estamos” pensó. Y esa noche durmió solo, en una cama que le resultaba enorme. En una oscuridad que era como un pozo, en cuyo fondo veía la cara del tipo del bigote blanco.
Despertó sobresaltado de un duermevela tenue.
Tal vez todo haya sido una pesadilla, pensó. Pero el vacío a su lado corroboró la triste realidad.
Pronto arreciará el dolor, seguro. Esa fría daga que uno no puede quitarse nunca. Ese signo de la ausencia absurda y sin sentido. Esa pregunta que sangra. Pero mientras tanto había que preocuparse.
-Van a venir por mí- se dijo! Y la penumbra se pobló de ojos que lo espiaban. Y un miedo sordo trepó por su columna.
Despacio, muy despacio, se acercó a la ventana, corrió lentamente la cortina y miró hacia afuera.
La vecina linda del departamento de adelante baldeaba la vereda. La risa socarrona del tipo del fondo danzaba en el aire con el olor del asado riguroso del domingo.
Era de día. La oscuridad la había instalado él.
Pero el tipo de bigote no estaba. Al menos no se veía por ningún lado.
Salió
a la calle ese día, tratando de rearmar su rutina. Si nadie le preguntara por
ella todo estaría bien, de modo que se adelantó a las circunstancias, y hasta
improvisó charlas donde la nombraba aunque nadie le preguntara. Tal vez la
negación sea un antídoto contra la ausencia. Capaz de tanto nombrarla, termine
estando acá.
Y así fueron pasando los días. El hombre no aparecía, y ella tampoco. Pero, ¿cómo va a volver alguien que no fue dado por ido? Porque el problema es que él rellenó la memoria con un presente imaginario. El problema acá no es el olvido, sino la caprichosa presencia impuesta al que ya no está.
Y esto fue hace más de treinta años. Ahora camina ayudado por un bastón y ya no teme, porque sospecha que el tipo del bigote blanco, o de la barba, o de la boina (muy bien no se acuerda), ya se habrá muerto. Y ella, ella ya no tiene rostro. Ya no suena su voz en el recuerdo. Ya no la reconoce en ningún perfume, ni en la huella tibia que quedó en la cama.
En una de esas, por ahí, ni siquiera la conoció nunca. Y aún lo espera en alguna esquina, con ese saquito negro que nunca usó, y esos ojitos lindos que nunca lo miraron. Por eso él camina, ayudado por su bastón, alrededor del cuarto, en el hospicio aquel donde lo llevaron dos hombres vestidos de blanco hace más de treinta años, mientas ella lo miraba por la ventana, con sus ojos llenos de agua y de dolor.
Alejandro
Javier Kellinger el viernes, 19 de abril
de 2013 a la(s) 16:19
Los vio cuando volvía del kiosco. Hacía mucho calor y había ido a comprar una bebida.
Se detuvo unos metros antes, más bien aminoró la marcha, pero avanzó como indiferente, como si no hubiera nada que llamara la atención.
Uno de los tipos, de bigote blanco, con cara de bueno, lo miró. Pero lo miró mansamente. Como si esperara el cruce de su mirada para decirle “¿cómo le va, vecino?” o algo así. Pero él se hizo el distraído, y cuando se alejaron un poco, entró.
Las puertas estaban abiertas, pero todo estaba en orden.
Nada más un vacío. Una ausencia. Un silencio.
Y no dijo nada.
Cerró cuidadosamente la casa y suspiró. Era cuestión de adaptarse. “Hoy estamos, mañana no estamos” pensó. Y esa noche durmió solo, en una cama que le resultaba enorme. En una oscuridad que era como un pozo, en cuyo fondo veía la cara del tipo del bigote blanco.
Despertó sobresaltado de un duermevela tenue.
Tal vez todo haya sido una pesadilla, pensó. Pero el vacío a su lado corroboró la triste realidad.
Pronto arreciará el dolor, seguro. Esa fría daga que uno no puede quitarse nunca. Ese signo de la ausencia absurda y sin sentido. Esa pregunta que sangra. Pero mientras tanto había que preocuparse.
-Van a venir por mí- se dijo! Y la penumbra se pobló de ojos que lo espiaban. Y un miedo sordo trepó por su columna.
Despacio, muy despacio, se acercó a la ventana, corrió lentamente la cortina y miró hacia afuera.
La vecina linda del departamento de adelante baldeaba la vereda. La risa socarrona del tipo del fondo danzaba en el aire con el olor del asado riguroso del domingo.
Era de día. La oscuridad la había instalado él.
Pero el tipo de bigote no estaba. Al menos no se veía por ningún lado.
Y así fueron pasando los días. El hombre no aparecía, y ella tampoco. Pero, ¿cómo va a volver alguien que no fue dado por ido? Porque el problema es que él rellenó la memoria con un presente imaginario. El problema acá no es el olvido, sino la caprichosa presencia impuesta al que ya no está.
Y esto fue hace más de treinta años. Ahora camina ayudado por un bastón y ya no teme, porque sospecha que el tipo del bigote blanco, o de la barba, o de la boina (muy bien no se acuerda), ya se habrá muerto. Y ella, ella ya no tiene rostro. Ya no suena su voz en el recuerdo. Ya no la reconoce en ningún perfume, ni en la huella tibia que quedó en la cama.
En una de esas, por ahí, ni siquiera la conoció nunca. Y aún lo espera en alguna esquina, con ese saquito negro que nunca usó, y esos ojitos lindos que nunca lo miraron. Por eso él camina, ayudado por su bastón, alrededor del cuarto, en el hospicio aquel donde lo llevaron dos hombres vestidos de blanco hace más de treinta años, mientas ella lo miraba por la ventana, con sus ojos llenos de agua y de dolor.
Equinoccio
Huevos, cruz, conejo, sepulcro, rosca
Resurrección, chocolate, fiesta.
El cosmos realiza la misma danza
Hace milenios.
Cristos, Krishnas, Budas, Horus,
Mitras, Dionisios, Bacos, aún lo ignoran.
Sin abarrotadas liturgias
El sol
Vuelve a salir cada mañana,
Y la primavera retorna año tras año.
Pero salvo nosotros
Seres de polvo,
Mortales,
Nadie lo sabe.
Y todo renace
Cada vez
Pero nos vamos
Con la pregunta todavía abierta.
Esta desesperada ansia de volver
Nos ha condenado
a la esperanza.
Sospecha
Un sueño es la vigilia
Alejandro Javier Kellinger el jueves, 28 de marzo de 2013 a la(s) 16:41
En medio de la nada oscura
El mundo, sugestión del universo.
Un sueño que se sueña por sí mismo....
Tal vez yo ni siquiera haya existido
Y no lo sepa.
Ya casi no me creo,
Sospecho que,
Más bien soy un invento
De tus ojos,
y acaso seas capricho
de los míos.
sábado, 9 de marzo de 2013
Esencia
De todas la manifestaciones de tu ser
te precede tu perfume,
domina los espacios,
embriaga el aire.
Te nombra jazmín,
amapola,
lirio.
Instala primaveras en el alba.
Si no tuviera ojos
te sabría bella,
como la luz temprana,
como la lluvia que moja la tierra.
Si no tuviera manos
sentiría tu piel
como una brisa.
De todos los atributos de tu ser
tu aroma
reverdece los aromas,
significa las flores,
eterniza las tardes,
escribe tu nombre en la memoria
de las cosas,
desata los torrentes,
amaina las tormentas,
y enciende mi amor
entre las hojas.
Propuesta
Prometo poesía profana,
Prohibida,
Proscripta.
¿Prefieren pacíficas prosas?
¿Poemas populares?,
¿Panegíricos…?
Parecerá pretensioso,
Pero priorizo preservarme,
Pasar por pedante,
Puedo ponerme pesado,
Protestar profusamente,
Proferir prolíficas palabrotas,
Parecer petulante,
Pido perdón!
Presumo prescindible
Parafrasear próceres,
Prometer paraísos,
Plantar pimpollos,
Para poder profesarme poeta,
Por poco peco,
Pude proclamar pomposas poesías,
Primorosos preludios primaverales,
Publicar pintorescos pasquines,
Parodiar, plagiar.
Pero probé permutar,
Peregrinar por palabras propias,
Provocar pitonisas,
Profetizar.
¿Parece poco?
Probablemente,
Pero propongo posponer
Prolegómenos,
Para pensar,
Parar a probar,
Paladear pausadamente
Poema por poema.
viernes, 8 de marzo de 2013 a la(s) 15:01
Liturgia
Signo sobre signo
Sofisma sensual,
Luces de neón
Que creen decir pero no dicen.
Y todo significa todo,
Lo que quieras,
Lo que puedas.
Dios está aquí
Que hermoso
Es,
Celebran represores,
Reprimidos,
Verdugos, víctimas
Ricos, pobres,
Nobles, mentirosos.
Para todos hay lugar
mientras les quepa el sayo,
Y el bacanal banquete
Sirve platos de hambre.
La realidad es más simple,
El cielo significa el cielo,
Y el agua el agua.
La muerte es nada más la muerte
Y la vida es esto que sentimos.
No hay carteles que lo indiquen.
Pero conozco gente
Que por tener un mapamundi
Cree haber estado en todas
Partes.
jueves, 7 de marzo de 2013 a la(s) 9:26
INSTANTE
Sólo pasé a decirte algo...
Y comenzó así:
Cuando no era
Las infinitas posibilidades del universo
Devinieron en mí
Y fui semilla,
Un tal vez, un casi.
Y un día fui
Definitivamente.
Mórula,
Embrión, feto, individuo.
Y vi la luz
Y tuve nombre,
Hambre, sueño, miedo.
Luego crecí,
Soñé, reí, canté.
Amé.
Y ya era mediodía
Cuando los frutos maduros cayeron del árbol.
Después llegó el otoño,
La tarde,
El gris.
Las manos trémulas,
Una memoria atrás como cadenas
Y un calendario cada vez más chico.
Y al fin callé, cesé,
Morí,
Volví a la casa de la que me hube ido.
Pero estuve.
Sólo pasé para decirte algo
Y es que no recuerdo bien qué era.
domingo, 3 de marzo de 2013 a la(s) 2:42 ·
Y comenzó así:
Cuando no era
Las infinitas posibilidades del universo
Devinieron en mí
Y fui semilla,
Un tal vez, un casi.
Y un día fui
Definitivamente.
Mórula,
Embrión, feto, individuo.
Y vi la luz
Y tuve nombre,
Hambre, sueño, miedo.
Luego crecí,
Soñé, reí, canté.
Amé.
Y ya era mediodía
Cuando los frutos maduros cayeron del árbol.
Después llegó el otoño,
La tarde,
El gris.
Las manos trémulas,
Una memoria atrás como cadenas
Y un calendario cada vez más chico.
Y al fin callé, cesé,
Morí,
Volví a la casa de la que me hube ido.
Pero estuve.
Sólo pasé para decirte algo
Y es que no recuerdo bien qué era.
domingo, 3 de marzo de 2013 a la(s) 2:42 ·
jueves, 21 de febrero de 2013
Malaventuranzas
Felices los ricos
Pues de ellos es el reino
De la tierra.
Que esperen los pobres
Que arriba en el cielo
Tendrán recompensa.
Y mientras, los hijos
Escarban el barro,
Rasguñan miseria,
Usurpan migajas.
Que esperen los pobres
Que arriba en el cielo,
Al fin de la fila
De los que han pagado
El piadoso diezmo,
Después del banquete,
Si sobra un mendrugo,
Tendrán recompensa.
Felices los pobres
Que creen que luego
Tendrán recompensa,
No ven al verdugo
Devorar las tripas
De su prole enferma,
No sienten la panza
crujirles de hambre
total ,está el cielo.
Y mientras meditan:
“Felices los pobres"
Hurgan en el piso,
Buscando monedas,
Asaltan los tachos,
Revuelven basura,
Viven en la sombras.
Y el cielo se ríe
de tanta inocencia,
de tanta tontera,
si todos sabemos,
que hasta en los altares
subastan parcelas
a los que más tienen.
O hay quien haya visto
Santos cartoneros,
O beatos mendigos,
Villeros villeros,
No de los que impostan
con cara de bueno,
hasta que ya el hambre molesta
en los huesos?
Felices los ricos
Porque los entierran
Con la panza llena,
Con las manos suaves,
Con oro y brocado.
Total está el cielo
Para los que esperan
Como condenados.
Alejandro Javier Kellinger, el lunes, 4 de febrero de 2013 a la(s) 20:02 ·
miércoles, 20 de febrero de 2013
Lugar común
Porque al que ayuda, dios lo madruga,
Porque al que nace fajado es al ñudo que lo engorden,
Porque más vale pájaro volando que cien en mano,
Creo que el viejo sabe por viejo, pero más sabe por zorro,
Y que no por mucho amanecer se madruga más temprano.
Y porque el ojo del ganado engorda al amo,
Y a los dientes regalados no se le mira el caballo.
Porque siempre que paró, llovió,
Porque aunque lo veamos, el sol nunca está,
Prefiero desconfiar de los refranes.
La deforme Babel construida de costumbres
Huele a naftalina rancia.
Vacío mi placard
Y me deshago de los trapos viejos del lenguaje.
Aprovecho
Y mato dos tiros
De un pájaro.

Alejandro Javier Kellinger, martes, 19 de febrero de 2013 a la(s) 13:28
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POESÍA
viernes, 25 de enero de 2013
PROCESIÓN (Corsus Tristis)
Corso triste,
Procesión de muertos,
Fantasmas grises
A la luz del día.
Adoradores de ídolos
De barro,
Hedonistas del alma
Negra
Como la noche.
Alzan velas contra el alba,
Esgrimen cirios,
Anochecen…
No sea que amanezca un día
Y veamos
Que el sepulcro
Está lleno de cadáveres.
de Alejandro Javier Kellinger, el viernes, 25 de enero de 2013 a la(s) 14:00 ·Procesión de muertos,
Fantasmas grises
A la luz del día.
Adoradores de ídolos
De barro,
Hedonistas del alma
Negra
Como la noche.
Alzan velas contra el alba,
Esgrimen cirios,
Anochecen…
No sea que amanezca un día
Y veamos
Que el sepulcro
Está lleno de cadáveres.
miércoles, 16 de enero de 2013
GÉNESIS
Que hubo antes
Del antes
Pues antes sólo es a partir
De ahora.
Antes del antes no hubo antes
Ni hubo.
Pues el principio es eso,
Es el principio mismo.
Así como yo no era
Cuando no era,
Aunque habré sido
Cuando ya
No sea.
No sé si el universo
Es infinito.
Acaso sea infinita
La pregunta...
AJK- 10 enero 2013
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POESÍA
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